martes, 9 de marzo de 2010

Antonio Gil-Más escombros para alimentar el capitalismo del desastre

lanacion.cl: Más escombros para alimentar el capitalismo del desastre

En Nueva Orleans, poco después de las devastadoras inundaciones producidas en agosto de 2005, Milton Friedman, padre de la Escuela de Chicago y laboratorista en jefe de la dictadura de Pinochet y “su” modelo económico, escribió un revelador y desembozado artículo en el que destacaba la irrepetible ocasión que dicha catástrofe natural ofrecía para desmantelar el sistema público de enseñanza de esa ciudad.

En los meses siguientes, la administración Bush aplicó sus sabias recomendaciones y sustituyó las escuelas públicas por las llamadas escuelas “charter”, una suerte de experimento de enseñanza concertada, dirigida a los sectores negros y a las capas blancas más marginadas, y por cierto las más prescindibles de la sociedad norteamericana. Algo así como una ración básica de conocimiento y volvamos a la pala.

El resultado fue que, de 123 escuelas públicas existentes, Nueva Orleans pasó a contar con sólo cuatro en sólo dos años. Esto es, como bien sabemos, un meridiano ejemplo de lo que la canadiense Naomi Klein ha enunciado en su libro “La doctrina del shock”, referida a la fórmula ideada por Friedman.

En su ya clásico “Capitalismo y libertad”, Friedman enumera la trilogía fundamental de hechos que se deben concatenar para que su radical programa pueda ser puesto en práctica: primero, los gobiernos deben eliminar todas las reglamentaciones y regulaciones que dificulten la acumulación de utilidades; en segundo término, los estados deben vender todo activo que posean y que pudiera ser operado por una empresa privada y dar beneficios; en tercer lugar, esos mismos estados deben recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales.

Para nadie es ya un secreto que la doctrina del shock comienza su despegue con el brutal golpe de Estado chileno de 1973 y la interminable y fantasmal dictadura que convirtió en zombies a las grandes masas que asistieron estupefactas a la implantación de las más impopulares y perjudiciales medidas. Y de allí, se envasó y se exportó el Frankenstein al resto del mundo, incluyendo a China, donde Friedman estuvo dos semanas antes de la fatídica jornada de Tiananmen. “Solamente una crisis real o percibida produce cambios verdaderos”, afirmaba Friedman, quien a esta misma hora se debe estar rostizando en el infierno.

Son justamente esas crisis las que los gobiernos usan para restringir al máximo todas las libertades y derechos, aprovechando el estado de estupor en que se encuentra cualquier sociedad bajo condiciones de guerras, cataclismos o atentados. Una gran maquinaria de marketing y medios apoya y acentúa estas operaciones sicopolíticas que devuelven a los seres humanos a estados primarios, donde se muestran receptivos a aceptar lo que sea y abandonan ostensiblemente hasta los más mínimos principios de convivencia civilizada.

Klein afirma que Bush usó el shock sufrido por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, tras los ataques terroristas, para imponer políticas extremas, las mismas que en circunstancias normales no habrían sido aceptadas jamás por la población estadounidense. La base de este diabólico método se encuentra en las técnicas de interrogatorio de prisioneros donde “un conjunto de técnicas para inferir dolor, privaciones e intimidación apuntan a causar un shock y una profunda desorientación del prisionero”. Me da escalofríos imaginar qué nuevas medidas nos serán impuestas ahora a los chilenos. //LND

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